viernes

Nota de Campo n°2

Una tarde en ‘El mesón danés’

Lo primero que se nos ocurrió al oír hablar de este pequeño local ubicado en el famoso barrio Brasil, en Santiago, fue que no sería para nada un lugar de encuentro entre guachacas. De un tiempo a esta parte, este barrio se expandió hacia horizontes más alternativos, esencialmente para jóvenes, pero nunca dejando de lado sus espacios residenciales históricos que lo ubican como un punto neurálgico dentro del centro de Santiago.

Antes de seguir, hay que aclarar una cosa: la comunión que se vive tanto en ‘El mesón danés’ como en las distintas fuentes de soda que hemos recorrido con el propósito de tener una visión más acabada de nuestro objeto de estudio, no se condice a cabalidad con los autodenominados representantes de la cultura guachaca. Y no es solamente porque exista un sitio web desarrollado por estos delegados guachacas siendo que los personajes que frecuentan ‘El mesón danés’, por ejemplo, pertenecen a aquella clase social que no posee acceso a nuevas tecnologías.


Son alrededor de las 18:30 hrs. del viernes. De por si entrar al mesón es presenciar distintos olores, colores y sabores. Al costado del pasillo que lleva al butlitzer apaleado por el uso, se encuentra un grupo de adultos bebiendo cerveza. En seguida, lo primero que resalta es su aspecto extranjero: si, son peruanos. La timidez de un comienzo dio paso a una faceta casi exploradora por parte de nosotras. Sin más, nos ubicamos lo más cerca que pudimos de la mesa de los peruanos, cosa de alcanzar a escuchar lo que conversaban, sin embargo, iban en retirada.


Le pedimos a algunos contertulios que posaran para nuestro lente, a lo que aceptaron entre medio de bromas. Cuando les preguntamos si se sentían guachacas, todos asintieron.

Al mozo le pedimos unos jugos y ‘algo para picar’, a lo que él nos ofreció unos completos de la casa. Aceptamos y seguimos observando. En la barra se encontraba una señora de edad, crespa y teñida. Parecía ser la mandamás ya que manejaba la caja. El mesero (que no debe tener menos de 50 años) cruza unas palabras con la señora. Curiosas, fuimos a preguntarle si era la dueña. Con reticencia, doña Carmen nos explicó que el local era de él y de su marido. Fue muy complicado lograr que doña Carmen nos contara lo que nosotras queríamos oír, y era que nos describiera el tipo de gente que visitaba el local. Cuando le planteamos la pregunta la primera vez, respondió con una mirada dudosa. Insistimos en que queríamos detalles. Para cuando cedió ante nuestra sutil presión, la gente ya había comenzado a llenar el pequeño local y lo que nos bastó para comprobar la respuesta de doña Carmen: ‘desde lanzas a estudiantes’. No necesitábamos saber nada más.

El término ‘Huachaca’ se abrió puertas gracias al libro de Pablo Huneeus ‘La Cultura Huachaca’, donde describe minuciosamente los orígenes de esta parte de la población que sufre de una transculturación entre lo popular y lo occidental y sobre qué factores se desarrolla. Hay que decir que las tendencias no han variado mucho, aunque sí han tomado cada vez más distancias dentro de lo que uno espera sea el mismo círculo de personas, homogéneo por describir una subcultura urbana.

Conforme avanzaba el reloj, iban cayendo más personajes de terno y corbata que se mezclaban fácilmente entre los distinguidos señores. Estos mismos distinguidos que poco antes habían sido insertos en un parámetro bastante claro por la jefa. Sin embargo, y como mi madre se pudiera imaginar, el ambiente no era ni tenso ni hostil, todo lo contrario.


Por Janine Aravena y Valentina Segovia.-

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